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jueves, 26 de agosto de 2010

Los acumuladores de energía

Investigaciones Por Dr. Carlos Inza


La demostración de la existencia de la energía biológica llevada a cabo por Wilhelm Reich entre 1936 y 1956 es el descubrimiento más importante de los últimos siglos en las Ciencias Naturales y sin embargo ha pasado casi desapercibido.  ¿ Cómo es esto posible ?  ¿ Fraude o Conjura ?
¿ Exageración de cierta mente afiebrada  o anticipación de un genio a su tiempo ?  ¿ Incomprensión generalizada o campaña de silenciosos idiotas ? 

¿ Y cómo es que se asegura con tanta tranquilidad la trascendencia de la cuestión energética si “no sale” en los diarios o los noticieros y los científicos reconocidos dicen desconocer su existencia o esbozan una sonrisita ladeada como toda respuesta ?
Tampoco es un tema nuevo, si no más bien remozado: antiguas y prestigiosa culturas como la china, la griega y la hindú lo han planteado con énfasis aunque sin utilizar metodologías de comprobación al estilo de la ciencia contemporánea. Además la teoría energética de la Medicina Tradicional China no está circunscripta al caso particular de las enfermedades del ser humano: al igual que la orgonomía postula la organización energética del cosmos, el medio ambiente terrestre y los seres vivos en general, incluyendo las relaciones entre estos y los “climas” como forma de entender la génesis de gran variedad de trastornos.

Pero Reich dio un gran paso adelante cuando logró demostrar objetivamente la existencia de la energía orgón, como prefirió llamar a la vieja energía vital, y también al lograr desarrollar métodos para concentrarla y utilizarla con fines experimentales y terapéuticos.

Los momentos y lugares claves de esta investigación sobre la energía y la forma de utilizarla fueron: en Noruega ( Oslo) entre 1936 - 1939 y en Estados Unidos ( Maine), desde 1940 hasta 1956.
Es un instrumento montado y materialmente organizado de tal forma que la energía de la vida presente en la atmósfera de nuestro planeta puede ser recogida, acumulada y utilizada para propósitos científicos y terapéuticos. Consiste en una estructura cuyo continente son capas alternas de materiales metálicos y no metálicos. Entre los primeros, los más adecuados son el hierro y el acero. Entre los segundos: lana, algodón, acrílico, estireno plástico, celotex, lana de vidrio, goma laca, cera de abeja y cera de vela.
Ahora imaginemos un cubo de acero con uno de sus lados que funciona como una puerta con aberturas (tipo puerta de los bares de las viejas películas de vaqueros). Ese cubo es enteramente forrado, en su lado externo, con una cubierta de plástico. Sobre esta primera cubierta de plástico se agrega otra cubierta de acero, a la vez sucedida por otra de plástico. Se agregan capas según sea el objetivo del acumulador, pero el número de éstas puede oscilar entre una y veinte.

Supongamos que estamos construyendo un acumulador de cinco capas; en este caso necesitamos cinco láminas de acero y cinco de plástico porque sólo consideramos una capa a la unión de ambas. Pero la última, la más externa (y por lo tanto la que está en contacto directo con la atmósfera) debe ser de plástico.

Así es que nos quedan dos superficies de contacto: la externa de plástico (u otro de los materiales no metálicos recomendados) y la interna de acero, hierro o hierro galvanizado (lo que hallamos elegido como metal).  En el interior del cubo, cuyas paredes son de acero en nuestro ejemplo, se concentra la energía orgónica o vital presente en la atmósfera. Es allí que introduciremos a una persona, si es que el cubo es suficientemente grande; una planta o animal pequeño si es que las dimensiones del cubo son más pequeñas.
Si los materiales empleados son adecuados y la estructura está bien construida, la energía orgón presente en el medio ambiente se concentrará en el interior del cubo y ejercerá un definido efecto sobre el ser vivo que se encuentre en él. La utilización de los materiales indicados y la disposición en capas alternas tiene su razón de ser: las materias no metálicas presentan la propiedad de absorber la energía orgón, mientras que las metálicas también absorben pero especialmente la ceden, la rechazan hacia las capas siguientes. Esto crea un potencial orgonómico más alto en el interior del acumulador que fuera de él. 
Esto parece muy sencillo de hacer…¡ y realmente lo es !
¿ Es concebible que un dispositivo tan elemental que no merece el nombre de “aparato” porque carece de chips, baterías y no se enchufa en ningún lado, sirva para aumentar la vitalidad de sistemas vivientes tan aparentemente complejos y sofisticados ?


¡ Por supuesto que es inconcebible y hasta increíble !
Pero deja de serlo cuando uno abandona la lamentable costumbre de opinar antes de probar, investigar o verificar y se decide a intentar varias experiencias. En este artículo apenas se presenta el tema de los acumuladores de energía, pero también se proporciona información para construir uno a fin de experimentar con animales, plantas y objetos.
Con el tiempo uno se convence que lo mejor es proponer sin intentar convencer a nadie: aquí la fuerza de la argumentación consiste en la pura experiencia personal. A veces se producen situaciones interesantes cuando alguien afirma: “Vengo a probar, no tengo FE en esta medicina” y les digo que puedo compartir las mismas palabras: hace veintiocho años que pruebo e investigo a esta medicina y tampoco yo tengo fe en ella.
¡ Es que no se trata de un sistema teológico, no hay por qué tener “fe” en ella ! Tanto la acupuntura tradicional china y moderna como la orgonomía son sistemas  verificables y en absoluto necesitan de sacerdotes que enseñen el nuevo dogma, ni de creyentes en actitud de adorar a los nuevos Mesías. Es cierto que la teoría energética puede modificar muchas ideas y concepciones, un acontecimiento que se deriva de otro tal vez más trascendente: su utilidad práctica puede cambiarnos la vida. Pero esto es otra historia: la que cada uno puede intentar “probando” de buena fe.


Cuando se trabaja con energía se experimentan cambios simultáneos en ambos “lados” del ser: el físico-biológico y el psico-emocional, ya que la energía es la fuente nutritiva de ambos. Según sean las técnicas utilizadas y el estatus energético de cada persona serán la profundidad y velocidad de los efectos mencionados.

A continuación se describen someramente algunos de los efectos biológicos que pueden verificarse con cierta facilidad si se investiga correctamente, todos ellos confirmatorios de los hallazgos de Wilhelm Reich. Puede ser de interés saber que en los últimos años han empezado a publicarse los resultados de varias investigaciones acerca de los efectos generales del acumulador de orgón.

La lista siguiente es un resumen del trabajo de Mûschenich y Gebauer, médicos de la Universidad de Marburg, Alemania. Después de catorce años de investigarlos y utilizarlos en la práctica médica, he llegado a las mismas conclusiones:

bulletEfecto vagotónico general: el vago o parasimpático produce efectos de expansión sobre el organismo compatibles con las emociones placenteras.
bulletSensaciones de hormigueo y calor en la superficie de la piel.
bulletAumento de la temperatura interna y externa, rubefacción (pérdida de la palidez cutánea).
bulletRegulación de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca.
bulletAumento de la peristalsis intestinal y respiración más profunda.
bulletMejoramiento de la germinación, desarrollo, florescencia y fructificación de las plantas.
bulletAumento en la tasa de crecimiento y regeneración de los tejidos, tanto en animales como en seres humanos.
bulletAumento en la fuerza del campo, carga e integridad de los tejidos, así como de su capacidad inmunológica.
bulletMayor nivel energético, incremento de la actividad y la vitalidad general.

La carga que un acumulador está en condiciones de concentrar, es sumamente variable y depende de multitud de factores. Es bueno conocer algunos de ellos para tenerlos en cuenta en el momento de su utilización.
 Es posible que a esta altura los lectores hayan advertido por qué razón los envases Tetra-Brik son tan eficaces como conservadores de variadas bebidas y alimentos: simplemente porque ¡ son acumuladores de orgón de una capa completa !

En general la eficacia en la acumulación y concentración de energía orgónica atmosférica depende de:

bulletEl tipo de material no metálico utilizado; hay buenos (plásticos) y malos (madera) absorbentes.
bulletEl tipo de metal usado: hierro y acero son los mejores, aunque pueden utilizarse otros en la investigación.
bulletEl grado de humedad media en la atmósfera, ya que el agua atrae fuertemente a la energía orgón. Cuanto más seco sea el clima, mayor será la acumulación: de 40 a 50% de humedad se considera buen índice para lograr excelente concentración. De nuevo los lectores estarán reflexionando y seguramente entendiendo por qué uno se siente tan mal (desenergetizado) en los días de mucha humedad: ¡ las partículas de agua en suspensión se quedan con el orgón !
bulletLa latitud. Cuanto más cerca del ecuador terrestre, mayor es la concentración energética. Un acumulador de dos capas funciona mejor en Israel que en Inglaterra.
bulletLa altitud. Cuanto más alto se esté sobre el nivel del mar, más libre estará la energía atmosférica de mezclas gaseosas y mejor será su funcionamiento.
bulletDel número de capas usadas en la construcción del acumulador. Una “capa” es en realidad dos: una de materia orgánica en el exterior, la otra de materia metálica en el interior. La materia orgánica absorbe y retiene, mientras que la metálica atrae y rechaza rápidamente a la energía orgónica. De manera que estratificando el acumulador siempre con materia orgánica hacia el exterior y metálica hacia el interior es dada una dirección a la energía con un potencial orgonómico dirigido desde el exterior hacia el interior.
bulletDe la proximidad de las paredes interiores al organismo dentro del acumulador. Cuanto más cerca se encuentre la superficie del organismo vivo de la pared de metal, más potente será el efecto de la irradiación orgónica.
bulletDel número de acumuladores presentes en las cercanías del que se está usando. Cuantos más acumuladores cercanos, mayor será la carga.

Quien quiera profundizar en el tema podrá compartir la extraordinaria aventura humana y científica de Reich leyendo La Biopatía del Cáncer: allí se describen en detalle las circunstancias que rodearon a este gigantesco descubrimiento y las primeras experiencias de tratamientos realizados con el acumulador de orgón.

En todas ellas se introducía al paciente o voluntario adentro del acumulador durante tiempos variables determinados según su problemática y estructura personal. Pero ésta no es la única metodología posible, con el tiempo fueron apareciendo otras posibilidades para aplicar los mismos principios con diferente método. Está, por ejemplo, el caso especial de la acupuntura, sistema médico que se encuentra en condiciones excepcionales para articularse con la orgonomía. Y era muy importante lograr esta adaptación por varios motivos que favorecen a ambas disciplinas.

En las medicinas energéticas no existía un método rápido y eficiente para aumentar la carga total de energía de una persona: los esquemas nutricionales y el trabajo con agujas y moxas (calor) son excelentes pero lentos para lograr ese objetivo. Ésta es la ventaja de los acumuladores de orgón.
Radiar por entero a una persona introduciéndola en el acumulador puede eventualmente acentuar los bloqueos energéticos ya desarrollados, creando problemas de difícil manejo. Se hace indispensable un trabajo de re-equilibrio permanente de la energía para no correr riesgos y permitir que el acumulador desarrolle su máxima potencia. He aquí la ventaja de utilizar los métodos equilibradores de la acupuntura.
La solución de estos problemas fue relativamente fácil: se fabricaron acumuladores de energía más pequeños para radiar los puntos de acupuntura. Lo que aparentemente se perdía por la reducción de la carga se ganaba por la capacidad de los puntos de acupuntura para manejar toda la energía del campo a partir de sus conexiones con otros puntos y con el interior del organismo. Experiencias posteriores realizadas a lo largo de varios años (desde 1987 en adelante) cargando diariamente el punto 6 del meridiano de Vaso Concepción ubicado debajo del ombligo, demostraron que el efecto de aumento de la carga energética era indudable, pero siempre era precedido por la mejoría en la distribución de la energía (equilibrio).

Esto se demostró por la evolución clínica de las personas que hicieron la experiencia, pero también por el sistema de mediciones electrónicas de los puntos de acupuntura. No está demás recordar que si hay en este planeta una medicina eficiente para restaurar el equilibrio de la energía, esa medicina es la acupuntura:  más de treinta siglos de experiencia exitosa en el tema demuestran su capacidad para lograrlo. Relacionar y articular ambas poderosas disciplinas podía ser un verdadero impacto, y es eso lo que ocurrió.

Podríamos decir que se trata de un “negocio redondo” porque cada una aporta lo mejor, logrando una potenciación de sus efectos individuales. Aquí la orgonomía aporta la potencia que se obtiene trabajando con energía directa, mientras que la acupuntura colabora con la sutileza y precisión del manejo energético. Después de más de diez años de trabajo articulando ambas terapéuticas el resultado es claro: máxima potencia con un mínimo de riesgos.
 
El acumulador que ahora se describe es especialmente apto para investigar su efecto en plantas, animales y algunos objetos. Antes de utilizarlo en seres humanos es bueno hacer una experiencia con otros seres, ya sean animados o inanimados.

Para quienes crean que esta medicina funciona por “sugestión”, la línea de investigación propuesta es una buena prueba, ya que es muy difícil convencer “de palabra” a una paloma, un canario, una pila descargada o una hortensia que Wilhelm Reich tenía razón y mucho más difícil es hacerles leer sus trabajos. Si deciden mejorar es porque el método funciona, simplemente por eso.

En otra oportunidad centraremos el análisis en lo que ocurre en los seres humanos cuando se trabaja con energía, pero por ahora concentremos los esfuerzos realizando experimentos que nos ayuden a salir de dudas acerca de la existencia de esta energía y de las posibilidades que existen de aprovecharla para contribuir a la causa de la Vida.

No es muy difícil construir nuestro primer acumulador, ya que es suficiente conseguir los materiales (poco sofisticados y baratos, afortunadamente) y luego seguir las instrucciones de armado.
bulletUn tarro de acero inoxidable de los que se usan en la despensa para guardar yerba o azúcar. Importa que tanto las paredes circulares como la base del recipiente sean sólo de acero, sin agregados plásticos ni de otros materiales. La tapa no interesa tanto. El tamaño tampoco, aunque las dimensiones estándar pueden estar en los 15 centímetros de alto por 10 de diámetro. Éstas son medidas aproximadas que pueden tener variación; no es lo más importante.
bulletPolietileno como el que se usa para forrar libros; es más grueso que el de las bolsas de supermercado y más delgado que el utilizado como mantel.
bulletPapel de aluminio en rollo para tareas de cocina.
bulletCinta adhesiva.
bulletCinta  aisladora plástica de buena calidad, utilizada en trabajos de electricidad.

bulletCortar una lámina de polietileno como para forrar el recipiente de acero inoxidable por la base y los lados dejando sin cubrir la boca y el interior del tarro. Asegurar el plástico con cinta adhesiva para que quede firme y lo más adherido posible al acero.
bulletProceder exactamente igual con la primera capa de papel de aluminio, que rodeará a la de polietileno. Como este papel es maleable no hace falta asegurarlo con la cinta, pero sí apretarlo con las manos para que también quede lo más adherido posible al polietileno.
bulletYa hemos colocado una capa completa del acumulador, integrada por material orgánico que absorbe y retiene la energía (polietileno) y material metálico que la atrae y rechaza (papel de aluminio). Estas subcapas siempre van alternadas y del lado externo del acumulador, ya que el interior (acero inoxidable) nunca debe cubrirse. Las láminas deben quedar a nivel de la boca del tarro y cubrir totalmente la base y las paredes laterales. Ahora seguimos cubriendo el acumulador con plástico y papel de aluminio alternadamente. En total debemos utilizar 19 láminas de polietileno y 19 de papel de aluminio.
bulletLuego de la última capa de papel de aluminio utilizamos la cinta aisladora cubriendo las paredes laterales y la base más de una vez (tres veces), tratando que el conjunto quede bien cohesionado, lo cual se logra pegando la cinta aisladora con bastante presión.
bulletHemos terminado: el acumulador está construido y listo para ser usado.

 
Todo está muy bien, pero el acumulador no funciona si no está bien cargado de energía. Y tampoco aquí hay muchas vueltas: basta con ponerlo al sol para que se cargue. Como principio general de cuidado del “aparato” es bueno saber que siempre debe estar afuera en períodos de uso, a veces de costado, otras veces boca abajo. Si se moja hay que esperar que se seque bien para volver a utilizarlo.

Las posibilidades de uso son infinitas y simplemente aquí van algunas ideas, pero el terreno es fértil para gente con imaginación y ganas de investigar.
Pueden usarlo con semillas poniéndolas en una superficie lisa y tapándolas con el acumulador durante una semana, con algunos períodos de “aireación”. Pueden comparar con un grupo testigo de semillas que no hayan sido radiadas y luego sembrar al mismo tiempo ambos grupos por separado para poder comparar.

También se pueden “tratar” plantas debilitadas dejando el acumulador hasta que noten alguna diferencia; en este caso conviene poner el acumulador con su boca apuntando a la tierra, en el lugar donde se juntan el tronco y las raíces. O ponerlo colgado sobre una rama.

Pueden tratar animales pequeños. Por ejemplo: “apuntarlo” sobre una cucaracha en mal estado y observar los acontecimientos. O sobre un pájaro enjaulado (si está en buenas condiciones energéticas es posible que se ponga un poco loco). O si se encuentra enfermo ponerlo sobre la jaula, en un costado, para observar si busca ponerse cerca del acumulador.

Es la historia de Julia, la Paloma y el Acumulador, que resulta aleccionadora acerca de la conducta de un animal enfermo cuando tiene la oportunidad de curarse con energía orgón. También pueden utilizarlo con objetos, de lo cual doy dos ejemplos. Uno es el caso de las pilas descargadas, el otro el de hojas de afeitar que han perdido su filo: ¡ vean qué ocurre en ambos casos !

Por último una aplicación para uso en humanos, aunque por ahora un poco indirecta. Pueden cargar un vaso con agua mineral durante una hora y luego tomar el líquido. Como esto no es magia, aunque sea maravilloso, es necesario repetir la experiencia durante tres semanas, parar una o dos y volver a repetir.

Según mi experiencia en trabajos con energía, las diferencias se advierten en los momentos de cambio: de tomar a dejar de hacerlo y luego, al repetir el procedimiento. Si van a realizar el experimento del agua al mismo tiempo que trabajos con plantas, animales y objetos es mejor que construyan dos o tres acumuladores: uno para cada línea de investigación.
Aseguro que esto no es magia, pero funciona.
En todo caso es la magia de la vida, acerca de la cual nuestra civilización ha abandonado la sensación de maravilla y deslumbramiento.

Debe tenerse en cuenta que el acumulador concentra energía medioambiental, de manera que si ésta es deficiente los resultados no serán tan buenos. El lector atento habrá advertido, al leer los requisitos de eficacia en el proceso de acumulación y concentración de la energía, que la ciudad de Buenos Aires debe ser uno de los peores sitios del planeta a los fines de esta investigación.

Pero la energía orgón es muy generosa hasta con nosotros, los habitantes de este paraje superpoblado y crónicamente húmedo. Es increíble, pero ¡ hasta en Buenos Aires hay energía orgón ! 

Esto implica condiciones sumamente variables en cuanto al potencial orgonómico acumulado, lo cual puede trasladarse al tiempo necesario en cada experimento para lograr el efecto de carga energética.  Pero esto ya depende de cada investigador, que deberá encontrar el tiempo adecuado a cada experiencia que emprenda, aprendiendo con el tiempo que todos los seres vivos y también los objetos “inanimados” requieren una cierta cantidad de carga: es tan malo un déficit como una sobrecarga de energía.
Por último -aunque no sea lo menos importante- es indispensable tener la cabeza y el corazón abiertos y ser absolutamente riguroso para evaluar los resultados de esta investigación. Les deseo que vivan esta experiencia con la pasión y la zozobra de quien está explorando un territorio desconocido, un lugar donde el paisaje a veces asombra, otras veces desconcierta y casi siempre deja una extraordinaria sensación de maravilla.
Y les pido que comuniquen el resultado de sus experimentos, cualquiera haya sido el resultado. ¡Buena suerte!